Oliendo un llavero que me regalaste
llegué
a percibir con vigencia el olor de aquellos días,
el
aroma de tu cuello delgado,
la
fragancia de tu persona, que tan clara
logró
oscurecer me por semanas.
Hoy
después de varios siglos
lo
usamos mi nariz y yo para recordarte...
ambos fascinados con la idea de que un día tu lo usaste,
que
era tuyo y te tocaba
y
que bailaba contigo y al sudar lo mojabas
y
que tenías un nombre hermoso que a menudo se nos olvida.
En mis
fantasías
nos vemos regularmente
a veces tú
lo usas y sonríes,
otras yo
lo sostengo con mi mano fuerte que te domina el cuello.
Tal vez un día me expliques
la razón por la cual no me dejaste las las llaves.
J.A.G.G.Wiesbaden,
Alemania (15-07-03)
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